jueves, 1 de diciembre de 2016

ALEMANEANDO

No quiero empezar hablando de tópicos alemanes. Todos conocemos algunos estereotipos. De cuadriculados a "cabezas cuadradas" o metódicos. La historia los sigue dejando con muy mala reputación. La política... bueno, ese es otro tema que no tiene cabida en este capítulo. Yo prefiero hacer una reseña sobre las mamás alemanas ofreciendo mi interpretación personal.
Sin ánimo de ofender, pero con mucha guasa, me vienen a la mente infinidad de historietas de mi experiencia con ellas.

Insistencia es una de sus principales cualidades. Al principio no me importaba tener que explicar una y otra vez el por qué yo había decidido quedarme con mis apellidos al casarme. Incluso con los dos. Qué descaro!. Aquí, como en otros países europeos, la mujer suele tomar, en la mayoría de los casos, el apellido del marido. Tras una firmita y un par de cambios burocráticos pasan a ser la "Señora de". Pero después de meses repitiendo la misma historia y empalmando con la pregunta de "cómo se llamarían nuestros hijos", llegué a darle el relevo al maromen. Persistentes y obstinadas, repiten reiteradamente las mismas preguntas como si se les fuera la vida en ello. Algunas incluso acompañan con un gesto de desaprobación tus respuestas. Eso sí, con sonrisa de portada para suavizar artificialmente la expresión.

Un espécimen muy común en la Alemania del sur es la mamá Bio. Todo lo referente a sus bebés, desde ropa a juguetes, comida o bebida, ha de ser biológico. Una de la cadena de tiendas más conocida y frecuentada por las mamis alemanas ofrece productos 100% naturales. El paraíso del bio-todo. Desde alimentos para bebés con cero ingredientes artificiales hasta tés para embarazadas y mamás en periodo de lactancia. Todo muy eco. La mamá Bio siempre habrá dado el pecho un mínimo de un año, transportará a sus vástagos en remolques para bicicleta, vestirá a los peques con ropita de algodón y olvidarán el rímel y la barra de labios. Y ante todo, vestirán siempre como si llegaran de hacer senderismo.

Luego están los grupitos de mamis que se juntan una vez por semana para intercambiar opiniones de pañales y compartir momentos varios con los retoños. En este campo aún no me he atrevido a entrar, pues si ya se me hace difícil el monopolizar las conversaciones con temas de biberones y chupetes, no me veo pasando el rato con un grupito de madres madrísimas hablando de sus hijos hijísimos. Para mí sería más factible reunirme con madres cabreadas, coléricas y críticas, donde los niños no tengan cabida y nosotras nos podamos explayar con un cóctel en la mano. Sé que es mucho pedir, pero y lo bien que nos sentaría a más de una...

Algo fundamental e imprescindible si quieres pertenecer al club de mamis por estas lindes es saber hacer tartas, pasteles y muffins. No hay mujer con hijos que no haya horneado alguna vez un par de riquísimas tartas para las amigas, dejando ver los detalles más exquisitos en decoración y envasado. Porque no sólo preparan a la perfección deliciosos pasteles de sabores indescriptibles, sino que además, hacen unas mermeladas y confituras dignas de estrella Michelin. Vamos, que te presentas con tu tarta de Dr. Oetker de diez minutos en el horno y te fulminan con la mirada pastelera crítica en menos que se cuece un bizcocho.

Aquí se da también el fenómeno de las que no quieren llevar a sus hijos a la guardería antes de los tres años. Por razones varias. Entre las más populares, el pensar que son malas madres si deciden volver a trabajar después de una más que bien merecida y aprovechada baja maternal. Alemania posee una de las políticas sociales más avanzadas de Europa y las mujeres tienen muchas ayudas a nivel económico y laboral cuando deciden hacer una pausa en su vida profesional
Estoy leyendo un libro muy interesante sobre este tema "Un bebé- ahora, después o nunca" (Ein Baby- jetzt, später oder nie), donde la autora recalca la tesitura en la que nos encontramos las mujeres a la hora de decidir tener un hijo. Básicamente viene a decir que la mujer "tiene" que decidirse entre hacer carrera o tener descendencia. "Todo sería menos complejo si tuviésemos más opciones para ayudas en la crianza de los hijos".
De todas maneras, estando aquí tienes la sensación que lo normal es el darte cien por cien a tus hijos los primeros años, olvidando tu trabajo y la profesional que una vez llegaste a ser.

Por un lado, pienso que es bonito el poder ver en primera fila todos los cambios que se producen día a día en el desarrollo de los renacuajos. La primera sonrisa, el primer pasito, e incluso sus primeras lágrimas. Pero, de alguna manera, echas de menos la mujer que se levantaba cada día temprano para ir a trabajar. Desempeñabas tareas de una responsabilidad que te hacía sentir independiente y capaz.
Quizás cuando tu trabajo te llena y sientes que estás haciendo algo que te enriquece no sólo intelectualmente, te es difícil cambiar el chip de un día para otro.

De alguna manera podría decir que estoy en período de "alemanización" cuando me veo paseando con mis peques en bici con remolque. Incluso me he aficionado a ir a la tienda eco más que al supermercado. Pero hay aspectos con los que no me identifico ni creo que lo haga por muchos años que viva en este país.
La semana que viene volamos a España por primera vez con los enanos. No sé por qué, pero tengo la mosca detrás de la oreja. Posiblemente estando allí, me dé por comparar. Quizás haya incluso detalles que me sorprendan, acostumbrada al día a día con los niños por estos lares.
Estoy preparada para españolear!




domingo, 27 de noviembre de 2016

¿ROSA O AZUL?

Parece que hemos llegado a la temida fase de los dientes. Con un ansia indescriptible y babeando más que los perros de Paulov, se despiertan cada día con el puño cerrado literalmente engullido por sus mini boquitas. Da igual lo que tengan a mano: trapos, la parte superior del saquito de dormir, un envoltorio de lo que sea, se lo embuchan con una voracidad fuera de todo control materno. Aún así, no protestan cuando delicadamente procuras espantar los muñones de un manotazo. Pero les dura poco. En un lapso de milésimas de segundo continúan con su insaciable mordida.

Me comentaron que había anillos de silicona con formas geométricas en 3D, que parecían ser la salvación al ineludible periodo dental. Y así lo hice. Con mi prácticamente cero idea en productos de bebé e imaginando que tendría cientos de opciones para escoger, me dirigí cual mamá resuelta a la tienda de juguetes y artículos de bebé más grande y conocida de la zona.

Una vez allí se te abre la puerta de Alí Babá del trebejo infantil y no sabes ni para dónde mirar, ni por dónde empezar. Es increíble la cantidad desorbitada de trastos y accesorios con la que puedes llegar a topar. Hay de todo para todo. Y con esto me refiero incluso a cosas con las que no hubiera contado ni siquiera para adultos. Desde pequeñas formas con cientos de colores llamativos, a kits de supervivencia para bebés, pasando por diminutas piezas para hacer manualidades cual ingeniero con pañales, o accesorios creados para hacer más fácil la vida de mamá.
Todo parece milimétricamente estudiado para que como si del Ikea se tratara, no te quedes sin comprar aunque sea un par de velas perfumadas.

Por casualidad, y digo por casualidad, porque ya casi había olvidado a lo que había ido a hacer allí, encontré los "santos anillos". Me dispuse a comparar tamaños, formas y colores cuando me di cuenta que en cuanto a gama de tonalidades se refería sólo se ofrecía el azul o el rosa. Punto. Ni verde, amarillo o lila. No. Sólo rosa o azul. Es decir, era obvio que si tenías una niña, el azul no sería el color "adecuado" para ella. Y viceversa. Para colmo, comprobé que era cierto cómo los nacimientos de niños estaban en cabeza cuando me encontré con tres o cuatro anillos rosas y sólo uno azul.
Cómo se suponía que debía actuar? Esperar a que por arte de magia uno de los anillos se "azulara"? Preguntar al dependiente si podía pedir un anillo azul en los próximos días, con el consiguiente agobio de que uno de tus hijos se quedara en la estacada? O intentar encontrar algo similar en internet, con el riesgo de no poder palparlo y, peor aún, con la espera del envío?

A veces la vida de una madre es ciertamente "complicada"...  Verte en la tesitura de tener que elegir entre dos colores. Rosa o azul. Como si de unas elecciones en Estados Unidos se tratara. Republicanos o demócratas. Pues igual que te preguntas "Por qué he de tener solamente dos opciones a la hora de votar", te planteas el por qué aún hoy en día, en el maravilloso siglo XXI en el que vivimos, tenemos la trillada alternativa del rosa-o-azul. Es que no hay otros colores, igual de llamativos y atrayentes, como un verde esperanza o un amarillo sol, que atraigan la atención de tu bebé y le hagan sentirse el Señor de los anillos en versión reducida?.

Pero de dónde viene la idea de que el azul es para niños y el rosa para niñas?  En la antigüedad se creía que el bienestar de los niños estaba amenazado por espíritus malignos y que éstos eran alérgicos a ciertos colores, especialmente al azul. Se consideraba la asociación del color azul con el cielo, transformando con su carácter divino a las fuerzas satánicas y alejándolas. Aún hoy en día en Oriente Medio pintan las puertas de las casas en azul para ahuyentar a los demonios.
Por otro lado, como las niñas pequeñas eran consideradas inferiores, no se las protegía con ningún color especial, implantando más tarde para ellas el color rosa.

Hay infinidad de teorías que explican a lo largo de la historia las diferentes tendencias que se han llegado a experimentar, sobre todo en la cultura occidental. La definición de los colores "correctos" surgió a comienzos del siglo XX y era totalmente inverso a la actualidad. Sería a partir de los años 20 cuando las tiendas empezaron a sugerir el color azul para ellos y el rosa para ellas, como una forma de favorecer las ventas.

En cualquier caso, al encontrarme en la coyuntura de qué hacer, opté por la opción más cómoda. Me llevé uno de cada color. Evitando el pensar que pudiera ser un problema para uno de mis hijos. Simplemente era un aro de silicona que morder. Aunque después de todo siguieran prefiriendo sus deditos babeados y lanzaran al suelo con precisión inmejorable tanto el arito rosa como el azul.


lunes, 21 de noviembre de 2016

SABOREANDO EL CHOCOLATE...

Es curioso cómo con el tiempo valoras mucho más esos momentos de tranquilidad y silencio. Aunque no te dé más que para un estiramiento de piernas mientras saboreas la tarta de chocolate recién sacada de la nevera. Recuerdo una vez la conversación con una amiga donde decía que llevaba tiempo sin poder sentarse ni cinco minutos a disfrutar de la paz en su casa. Sus niñas eran aun pequeñas y seguían dando guerra casi sin tregua. Yo pensé "Qué exagerada! me va a decir a mí que no va a tener ni un par de minutos al día para sentarse sin hacer nada". No me lo creía. Hasta ahora...

El ser mami es un trabajo prácticamente de 24h cuando no tienes ayuda y/o el maridín llega poco más o menos cuando los peques están de camino a reunirse con el señor Morfeo. Resulta difícil el poder imaginarse un día cotidiano en la vida de una madre primeriza. La mayoría pensaría que se pasa todo el día con la teta fuera y haciendo carantoñas por doquier. Pero no, resulta todavía más complejo de lo que parece, y si ya hablamos de gemelos pues más aún.

Con la frase aprendida de "Al principio todo es nuevo" empiezas el día que, dicho de paso, no se parecerá en nada al anterior y menos incluso al siguiente. Unas veces te despertarán como las gallinas pensando "Pero si a estas horas no se ven ni los grajos!" y haciendo recuento mental de todo lo que te quedará por hacer hasta que a los peques les de por echar el sueñecito del abuelo (cabezada en sofá y/o balancín).
Otras veces dormirán plácidamente hasta las 8 o 9 de la mañana, descomponiendo tu croquis especulativo de cómo debería ser el día. Una de las ventajas que tiene es que si te has quedado con ellos en la cama, te levantarás tan relajada como si hubieras dormido más de siete horas!.
Entre ronda de cambio de pañales, elección del modelo del día y preparación de convite biberil, te metes casi sin darte cuenta en el primer descanso fugaz de los enanos, intentando hacer en una hora veinte cosas a la vez y olvidando otras tantas cuando el Babyphone te avisa, como deliberadamente, que uno de los Fetus ya no levita por el mundo de los sueños.

Llega el espacio temporal limbo en el que no tienen sueño, ya han comido, no soportan ni un jueguecito más y, por supuesto, están recién cambiados de paño. Y sin embargo...lloran! Pero qué pasa? En qué momento me he perdido? He olvidado algo? No puede ser que en milésimas de segundo cambien de Dr. Jekyll a Mr. Hyde sin apenas haber cruzado la puerta de la cocina! Y ahí estás tú, con cara de circunstancia y mirada extraviada, intentando consolar a uno mientras evitas que el otro se meta la mano entera en la boca en un acto de bulimia desesperada.

A día de hoy la siesta es, en nuestro caso, la pregunta del millón: Cuándo llegará? Cuánto durará? He conocido madres que no tienen ese problema, pues sus hijos duermen como lirones o, simplemente, no duermen hasta la noche. Pero en la actual situación de mis churumbeles nos encontramos con dos momentos de sueño. El bautizado por una servidora "Sueño del abuelo" y la "Siesta". Llegar llega, pero cuándo empieza y cuándo acaba lo saben sólo ellos.
Al principio era la ocasión perfecta para tener un ratito de tranquilidad y hacer en poco tiempo algo útil para la casa. Ahora es más la oportunidad ideal para que los enanos recarguen fuerzas y se levanten totalmente reseteados. Sonrientes, pacientes y, de nuevo, juguetones.
Imagino que con el tiempo, como hasta ahora lo han hecho, cambiará el sistema una y mil veces. Estoy preparada para ello.
Siempre y cuando siga teniendo mi tartita de chocolate en ese sosiego puntual.

jueves, 17 de noviembre de 2016

MAMÁ DE GEMELOS

Cabía la posibilidad de que la madre natura decidiera que yo heredara el doble pack de mi abuela materna si llegaba a embarazarme. Mi abuela tuvo dos veces mellizos, unos detrás de otros, por desgracia fallecieron después de su nacimiento. Era la guerra civil en España y parece ser que llegaron al mundo antes de tiempo y en casa. En aquella época no tenían los adelantos de los que por suerte hoy en día gozamos y que salvan cada día tantas vidas.
Y así fue, dos de golpe. Y gemelos!. La sorpresa nos la dio mi ginecóloga cuando en el segundo control con ecografía me preguntó no sólo si veía "aquí", sino también si veía "allí". Mi vida pasó por delante de mis narices en milésimas de segundo. Pero cómo se suponía que debía sentirme?

Pues he de confesar que me sentí mal, incómoda y a la vez con unas ganas inmensas de gritar: Por qué a mí?". Pero qué había hecho yo para merecer esto?. Como si de una película de Almodóvar se tratara, me concentré por unos segundos en la sonrisa bobalicona de mi ginecóloga y en el carmín rosa de sus labios, como si esa imagen me hiciera evadirme por un momento de la noticia bomba.
Yo, mujer independiente, autosuficiente, que siempre había deseado no le tocara el bebé de turno en el asiento de al lado en el avión, que acariciaba antes a un perro que hacerle carantoñas al peque de su amiga. Que incluso se había imaginado la vida sin hijos en el caso que así lo decidiera el destino... De pronto embarazada y de gemelos!


En mi corta vida de madre me han preguntado ya cientos de veces qué ventajas e inconvenientes tiene el tener gemelos. Como si a las madres unichurumbeles se les pasara por la cabeza en algún momento en qué les beneficia o perjudica el tener un hijo y sólo uno... Yo he de decir que no es uno de mis temas favoritos, ni me he parado a pensar en ello, ni he tenido tiempo. Pero sí que es verdad que alguna vez te planteas comparar tu situación con la de otras madres.
La pregunta estrella es "Y puedes distinguirlos?". Pues mire usted, sí, cada día y en cada momento. Será que los he parido y eso me da poderes especiales para deslindar renacuajos. Que vale que se vayan pareciendo cada vez más, que los gestos sean similares o que el llanto se asemeje en ocasiones. Pero para una madre de gemelos siempre habrá millones de diferencias que hagan despuntar un bebé del otro.

Por supuesto que hay ventajas, aunque no lo parezca cuando en una sincronización casi matemática te hacen la vida prácticamente imposible las primeras semanas de vida. Siempre se dice "De forma imperecedera se tienen el uno al otro". Eso es cierto. Pero también es verdad que los primeros meses no se dan la más mínima cuenta de la presencia del otro, vamos que pasan totalmente. Miran en diferentes direcciones y hacen como que están solos. Nosotros estamos todavía en ese punto, aunque de vez en cuando vamos viendo detalles en los que pensamos "Oye, pues parece que se están percatando poco a poco".
Indirectamente se motivan el uno al otro. En la alfombra de juegos, donde al ponerlos boca abajo, alzan la cabeza como pequeñas tortugas y emiten sonidos de esfuerzo sobrehumano como marines en campo de entrenamiento.
No te da tiempo a mimar a uno más que al otro. Digamos que no hay un favorito, ni uno que reciba más o menos que el otro, pues lo que a una le falta al otro le sobra. Se complementan en diferentes aspectos y eso hace de los retos diarios toda una aventura cotidiana.
De alguna manera "hablan" entre ellos. A pesar de que aún no se perciben como hermanos, el simple hecho de escuchar sonidos similares a los suyos hace del diálogo de balbuceos una plática sobradamente interesante.
Se aprovecha todo. Sobre todo en lo que a alimentación se refiere. Lo que uno no quiere, el otro lo apura.

Por otro lado están las desventajas de criar a dos a la vez. Y no por un problema de organización y logística (si se quiere, se puede), sino más bien por todo lo contrario. Porque al principio tú no eres la que decides, sino ellos, y el haber planeado a la perfección una actividad ordinaria, te puede resultar una auténtica angustia cuando ves cómo te lo tiran por la borda a la primera de cambio. Por ejemplo, el querer salir a dar un paseo después de una merecida siesta. Cuando lo tienes todo preparado y de pronto, como llegado de la nada, aparece el Fetus 1 con un hambre feroz y conforme empiezas a preparar el primer biberón, se acopla cual canon musical el Fetus 2 con la misma idea de gazuza canina. No has empezado con uno cuando tienes que comenzar con el otro. Y al garete con tu idea de paseo de mediodía!.
El pensar siempre doble. Doble para reservar Maxi cosi en el coche de alquiler, doble a la hora de pedir sillitas para comer en restaurantes, doble para el registro en una futura guardería, doble en la reserva de vuelo para ver a la familia en España...Doble, doble.
Imagino, aunque todavía no hemos llegado a esa fase, doble control en el momento en el que comienzan a gatear y posterior o directamente a andar. Con un ojo mirando a Roma y otro a Varsovia. Eso seguro que dará para otro capítulo más adelante...
Y por supuesto, el contestar una y otra vez las mismas preguntas memas que hacen de tener gemelos un suplicio: "Quién es más malote, quién come mejor, quién es más tranquilo, son gemelos o mellizos, quién tiene más paciencia, los vistes iguales, y si no lo haces, por qué?, podéis diferenciarlos?". Y así el cuestionario de la desconocida por la calle, que curiosamente, suele ser mujer hembra de 70 años para arriba, que casualmente siempre conoce a ha conocido a alguien con gemelos/mellizos.

Recientemente me crucé en una exposición de barcos antiguos en el puerto a una pareja de alemanes que se pararon un par de minutos con nosotros al ver a los peques e iniciaron un small talk muy interesante. La mujer era madre también de gemelos, los cuales superaban la treintena en la actualidad. Me comentó que hacía años no era tan común cruzarte con parejitas de bebés como ahora, y que ella llegó incluso a colgar un cartelito en el carro de sus hijos especificando el sexo, la edad y que habían sido engendrados de forma natural. Esto me resultó gracioso. Llegó a un punto en el que estaba harta de contestar siempre a las mismas preguntas y así decidió cortar por lo sano. Cada uno había tirado por diferentes caminos en la vida, estudiando carreras totalmente distintas y viviendo experiencias dispares. También me dijo que aún hoy, después de tantos años, sus hijos seguían manteniendo un contacto telefónico prácticamente diario, a pesar de vivir a cientos de kilómetros de distancia.
Eso me gustó. Me hizo esbozar una sonrisa que aún hoy saboreo cada vez que recuerdo su historia.

Es bonito el pensar que siempre se van a tener el uno al otro. Y cuando yo no esté aquí...me tranquiliza


viernes, 11 de noviembre de 2016

PAPA A JORNADA PARCIAL

No estamos solas.
Nuestros pequeños tienen una mamá y un papá. La mamá por lo general y atendiendo a las necesidades básicas de la alimentación de sus churumbeles, se queda un tiempo en casa, dejando su trabajo y dedicándoles las 24h del día. El papá, porque en la gran mayoría de los casos suele ganar más que la mamá, tiene que asumir su role sólo a jornada parcial, ya que como se suele decir "Alguien tiene que traer el dinero a esta casa".
Hasta aquí todos de acuerdo. La naturaleza nos ha hecho merecedoras de una de las responsabilidades más difíciles en la vida y lo aceptamos sin rechistar. Que la sociedad esté diseñada para que el puesto de trabajo del hombre tenga unas ganancias superiores a las de la mujer, superando incluso en muchos casos el 20% del sueldo en el mismo puesto de trabajo...ahí, ahí ya no deberíamos estar de acuerdo.

Por suerte, en muchos países como Alemania la política social ha dado un cambio radical en beneficio de la mujer, sobre todo embarazadas y madres. Aquí se pueden tomar tranquilamente tres años de baja maternal, conservando el puesto de trabajo y recibiendo un porcentaje del sueldo durante los dos primeros años. El hombre puede cogerse tanto tiempo de baja como la mujer y a veces repartírselo entre ambos, de manera que cuando papá está en casa a jornada completa, mamá está con sus hijos a jornada parcial.

Todavía queda mucho por avanzar en este tema y cada vez son más los hombres que deciden criar a sus hijos una temporada larga mientras la mujer sale a trabajar. Y no por ello son "mandilones" o "complacientes servidores", como todavía hoy en día muchos los tachan, sino que deciden disfrutar de una de las épocas más bonitas de la crianza de un hijo. Algo que no se podrá volver a repetir por muchos álbumes del pasado que atisbemos.

En mi caso me considero afortunada por tener una persona a mi lado que ha asumido el papel de papá a tiempo parcial físicamente y jornada completa psicológicamente. Han sido también las circunstancias las que nos han hecho formar un equipo indivisible, pues dos a la vez dan trabajo para muchas jornadas completas!. De todas maneras y con un atisbo de picaresca, me permito analizar muchas de las diferencias que con el tiempo han ido surgiendo en nuestro no siempre fácil camino de la crianza.

Asumámoslo, los papis no tienen esa mano organizativa multitarea que podemos tener nosotras. Digamos que mientras los bebés duermen podemos llegar a poner una lavadora, ordenar y colocar la ropita en la habitación de los peques, preparar algo para comer, pasar la aspiradora y acondicionar el carrito para cuando los enanos se despierten salir escopetados de paseo.
En su caso, les dará tiempo para mirar algo en internet (con suerte algo para los bebés en eBay), tomar un vaso de agua y ojear plácidamente el periódico en busca de noticias de las que tú hace mucho tiempo ni siquiera estás al día.
O la manera de querer darle explicación a todos y cada uno de los llantos de los enanos. Olvidando a menudo que a veces lloran porque son bebés. Punto!.
La actitud frecuente de parsimonia cuando uno de los pequeños no quiere seguir durmiendo y él, desde la confortable colcha en la cama, intenta hacerle entender lo calentito y a gusto que se está debajo de las sábanas, mientras el Fetus 1 se revuelve cual lagartija epiléptica intentando escapar de las garras perezosas de su papá.

Como éstos, cientos de ejemplos diarios que hacen esbozar más de una sonrisa y, a veces, alguna que otra recriminación. Porque seamos sinceras, qué mamá no ha intentando prácticamente siempre imponer su opinión en la manera de hacer ciertas cosas?. Porque "yo estoy las 24h del día con ellos y los conozco", porque "si lo haces así y no asao te va a resultar más fácil" o porque "las últimas veinte veces me ha funcionado y así seguro que no lo hace".
Llegamos a un punto en el que pensamos que todo lo que nosotras hacemos es lo correcto y que no hay tiempo para experimentos. El niño responde bien así y ya está. Pero qué equivocada estaba!.
El simple hecho de cómo cogerle la cabecita a la hora del baño era una discusión de  a-ver-quién-tiene-más-razón. Realmente te ciega el pensar que como siempre lo has hecho de una manera no puede ser que funcione de otra. Y, muy a mi pesar, sí lo hacía. No sólo al estilo "clásico" sino también al vanguardista paterno.
Así que con el tiempo y, aunque aún hay veces en las que me cuesta, dejo hacer y que haga. Porque los niños tienen una madre y un padre, porque la crianza y educación es cosa de dos y porque cuanto más dejemos hacer, más placentero resulta el verlos crecer.

Probablemente nos resulte también difícil y, al principio, poco llevadero, el verlo ir todas las mañanas a trabajar quedándote sola y "desamparada" junto a dos bocas pequeñitas que sólo quieren comer y llorar. La misma mujer que hacía unos meses estaba desempeñando su trabajo con pasión y responsabilidad, es la misma que se queda con cara de cordero degollado mirando tras la ventana como su maridito se va a traer dinero a casa.
Y él vuelve pasadas las cuatro de la tarde con ojos cansados de la pantalla del ordenador y arrastrando los restos de unas cuantas noches moviditas. Y ahora que los enanos se han "estabilizado" en horarios de comidas y sueño, reciben a su papi con una sonrisa de oreja a oreja.

lunes, 7 de noviembre de 2016

TETA, SACALECHES, BIBI

Hoy he estado chateando con una amiga de España. Hace poco ha sido madre y se encuentra en la tesitura que muchas madres primerizas tienen al principio cuando se adentran en el difícil mundo de "dar-el-pecho". Y no es la única. Como ella, cientos de mujeres cada día luchan contra natura y con un buen manojo de paciencia para conseguir que el peque se adapte a la nueva barra del bar materno.
Seamos claros. El amamantar como lo hacen los animalitos nada más nacer no es para nada ni sencillo, ni factible.

Primero te encuentras con que tienes que empezar el mismo día del alumbramiento, ya sea parto natural o cesárea (éste último lo hace todavía más arduo), cuando aún estás en el limbo del dolor y no te ha dado tiempo ni siquiera a hacerte a la idea de que has sido madre!. Empieza un desfile rutinario de enfermeras y matronas que, con la frase aprendida del gremio, te dicen "Debe tener paciencia", mientras, a traición, sujetan la teta y la cabeza del bebé de una forma tan acrobática que piensas "Ni mi pareja me ha apretado el pezón tanto en mis peores fantasías...".
Es inevitablemente una situación muy comprometida, pues aunque la o las compañeras de habitación son también madres recientes, no puedes evitar querer mantener tu decoro y, por supuesto, tu dignidad como mujer, que con tanta manipulación sanitaria parece perderse entre las sábanas blancas con olor a lejía.

Conforme van pasando las horas y te vas recuperando del Dia D, van apareciendo los familiares y conocidos de turno (en el caso de que les hayas permitido la entrada tan pronto) y, con sus "buenas intenciones", te hacen sentir todavía peor madre cuando te dicen de qué manera les resultó más exitosa en su caso. Lo más importante, según estudios relacionados con el tema, es que el bebé tome el calostro, que son los primeros restos de leche materna con mayor cantidad de anticuerpos y de un color amarillo muy "apetitoso". En mi caso, al ser cesárea y tener a mis peques los primeros días en cuidados intensivos, tuve que utilizar el venerable sacaleches. Con dos embudos que se ajustan perfectamente a tus pezones acrecentados por el proceso y dos tubitos comunicados a una máquina de sonidos acompasados, comenzó lo que serían seis meses de bombeo rutinario.
Nunca esperas lo apocado que puede ser el sentirte literalmente como una vaca lechera. Al principio cada dos horas, tres horas, poniendo despertador por las noches en el caso de que el llanto-alarma no me avisara antes. Después alargando a cuatro, cinco horas, sintiéndote la reina del mambo cuando puedes desaparecer y dar un salto al centro a hacer "nada" con ayuda de la suegra niñera.

En mi caso, al ser dos bocas hambrientas, me resultaba prácticamente imposible satisfacer dando al pecho a los dos a la vez cuando empezaron a crecer. De pequeñitos, en el hospital, lo había conseguido en varias ocasiones. La verdad es que es una sensación única e interesante el ver a dos mini seres chupando al compás y sintiendo cómo fluye la leche desde tu interior. Semanas más tarde, cuando les dio por tener hambre canina sincronizadamente, tuve que olvidar, muy a mi pesar, el hacerlo paralelamente, pues entre montañas de cojines y posturas gimnásticas, no conseguía que las dos cabecitas se quedaran donde tocaba.

Y ahí fue cuando empezaron a alternarse los biberones, esos objetos del diablo para muchas madres alternativas. Al principio, y hasta que tu cuerpo no se acostumbra a la producción, la cantidad de leche es relativamente decente. En mi caso, seguí los consejos de mi matrona a domicilio, y empecé a tomar cantidades ingentes de cerveza sin alcohol y Bionade (una bebida ecológica alemana hecha con cebada fermentada). Eso aumentó la productividad de manera casi escandalosa, llegando a ser la envidia de otras mamis en el hospital. Incluso me planteé el traficar con leche en la planta donde estaba. Por qué no? Una especie de nodriza del siglo XXI...
Lo malo fue que no conseguí calcular bien el bombeo, amamantamiento y producción, con lo que tuve que pasar por dos mastitis que me recordaron lo importante que era el no dar tregua al rendimiento.

Fue entonces cuando los peques recibieron de vez en cuando algún que otro biberón de polvo para complementar las carencias y saturar su insaciable gula. Es decir, que en prácticamente dos meses había experimentado el dar-el-pecho, sacaleches y biberón-de-polvo.
Y es ahora cuando me pregunto ¿Por qué a pesar de estar en el siglo XXI todavía hay mujeres a las que les parece un espanto que no des de mamar?. En el poco tiempo que llevo de mami primeriza me he dado cuenta de la existencia de ese especimen llamado "yo-di-el-pecho-más-de-un-año". No sé si es porque vivo en Alemania y la moda es ser mami alternativa donde el niño manda y los padres están sólo a su merced. Aquí, como mínimo y lo digo bien alto COMO MINIMO, dan de mamar todo un año, algunas hasta dos!. Pero claro, son las mismas que opinan que a los peques no se les debe dejar llorar porque se les puede crear un trauma, o aquellas que se niegan rotundamente al tan ventajoso chupete, pues opinan que deforman la futura dentadura de sus renacuajos.
Es simplemente ridículo que se critiquen las unas a las otras por decidir muy libremente la forma de querer alimentar a sus bebés. Es verdad que la leche materna tiene muchísimas ventajas que la industrial no ofrece, pero qué hay de esos momentos de estrés materno, en los que la mujer se ve totalmente presionada por una sociedad en la que sólo opina sin conocer y siguiendo estereotipos pasados de moda. Que una mujer decida dar el biberón después de intentar tropecientas veces el éxito dando el pecho, no es ni mucho menos incompetente.

La presión a la que muchas veces las mujeres nos sentimos sometidas siendo madres nos lleva a veces a no disfrutar de la maternidad. Porque son momentos muy bonitos, en los que compartes un todo con una parte nueva de ti, en los que ningún día se parece al anterior, y en los que muchas veces lloras porque piensas que todo te sobrepasa. Dar el pecho no es fácil. Hay que tener paciencia, ser consecuente, intentar no perder la compostura, ser perseverante y, sobre todo, querer disfrutar del momento. Algo que por desgracia es complicado cuando no todo sale como tú esperas o como te han contado. Ya lo dije en una ocasión: Esa imagen de la mamá perfecta mirando a los ojos del bebé perfecto y sonrojado mientras le da el pecho es muchas veces una idealización de uno de los procedimientos más difíciles de la maternidad.

Por eso es perfectamente comprensible el encontrarse con mujeres que han decidido tomar otro camino. Precisamente porque no sabemos cuáles son sus razones, respetémoslas.

martes, 1 de noviembre de 2016

LOS BENDITOS RITUALES

Primero miremos en el diccionario el significado de "Ritual" : Estar impuesto por la costumbre. Después cerremos el diccionario, seguidamente los ojos y pensemos "Pues yo diría que mis peques tienen otro concepto del mismo...".
Cuando estás en mitad del embarazo y empiezas a hacer miles de planes e imaginar cómo vas a educar a tus hijos y cómo vas a "adoctrinarlos" cuando éstos ya tengan una edad suficientemente avanzada como para creer que te van a entender y van a aprender... Ese momento en el que todo te parece fácil y en el que tus creencias están sumamente bien programadas. Cuando ves a una pareja de papis recién sacados del horno y piensas "Yo no dejaré gritar a MI bebé. Yo no voy a dejar que MI bebé se salga con la suya. Yo...MI bebé".
Pero como bien se dice, una cosa es la teoría y otra muy diferente, la práctica.

Y ahí estás tú, frente al pediatra, con ojeras de oso panda y mirada perdida en el horizonte de pañales, cuando con voz vaporosa, como no queriendo molestar demasiado, preguntas "A partir de qué mes puedo empezar a implantar costumbres y rituales en el día a día de mis Fetus?". Te quedas estupefacta cuando el pediatra, sin ni siquiera esbozar una sonrisa contesta "Cuando los bebés cumplen los tres meses, empiezan a asimilar y cotejar grandes cantidades de información. Es entonces cuando se puede empezar a imponer una rutina".
Los famosos 3 meses. Esos que todos los que han sido padres nombran como mágicos "a partir de los 3 meses todo es diferente o superados los 3 meses se acabará este mal o el otro". Para ser sincera, me hice muchas ilusiones. Por fin! A partir de octubre todo irá a mejor. Los dolores de barriguita, fuera! La siesta de tal hora a tal hora, planeada!. Los paseos sin llantos ni sollozos, fuera!.

Me hice un croquis mental unos días antes de su cumple meses. Se levantarían entre las 8 y media y las 9. Tomarían el biberón desayuno. Saldríamos a pasear entre las 11 y las 12, estando un mínimo de una hora de caminata. Después segundo bibe y juegos varios hasta las 13h donde empezarían una siestecita poco más o menos de 2 horas. Si, lo tenía clarísimo. Estaba todo planeado. Mi vida iba a cambiar. Lo tendría todo bajo control... Qué equivocada estaba!
Los enanos se levantaban cuando les daba la gana, unos días antes, otros días mucho antes. Justo cuando "tocaba" la salida armaban un pollo de campeonato, lloraban como cerdos en el matadero y ni siquiera mis intentos insistentes de colocación de chupete de todos los ángulos habidos y por haber, les aliviaba. La siesta? Esa era la mejor parte del día. Siempre que llegaba la hora en la que se suponía que estarían agotados después de generosos biberones y juegos estimulantes, daba la sensación que estaban más activos que nunca. No había manera de que cerraran el ojo! Y para colmo, se ponían de acuerdo en gritar al unísono como si de un canon en Re mayor se tratara. Vamos, que mi croquis mental lo tuve que olvidar muy a mi pesar y tras numerosos intentos fallidos, donde incluso llegó a darme miedo el salir a la calle con mis pequeños!

Llegué a tal fatiga mental que hubiera sido paciente perfecta en una clínica de rehabilitación para madres frustradas. Cómo era posible que dos enanos que ni siquiera tenían dientes dominaran de esa manera mi vida? Cómo era posible que una doña Loplaneotodo no pudiese tenerlo todo bajo control? Ahí estaba el problema. Y creo que muchas mamis que ya han pasado por lo mismo me entenderán cuando digo "Con los bebés no se puede planificar nada, porque lo que hoy es negro mañana puede ser blanco". Así que cogí el diccionario, taché la palabra ritual con rotulador negro y dejé que al día siguiente todo fluyera espontáneamente. Aceptar el día como viniera y no imponer nada. Todavía no. Para eso ya tendría tiempo.

Ese primer día fue uno de los más bonitos que he tenido con mis hijos desde que nacieron.
Se levantaron con cachetes sonrosados, se metieron entre pecho y espalda unos biberones delicatessen, jugaron hasta que se durmieron plácidamente en el balancín sin ni siquiera darme cuenta. Ahí observé que justo cuando empezaban con el "sueño del abuelo" (mini siesta de una media hora a media mañana) era cuando yo antiguamente intentaba por h y por b salir a pasear.
Empecé a unir las piezas del rompecabezas diario y fue entonces cuando caí en la cuenta de por qué lloraban y cuándo lloraban. Realmente sí tenían un ritual, sí que repetían una y otra vez el mismo llanto a la misma hora y el mismo sueño a media mañana. Incluso la siesta la empezarían a echar de manera ininterrumpida pero a horas muy distintas. Pero la echaban!

Parece mentira, pero ese mismo día me di cuenta de lo mucho que estaba aprendiendo de ellos. No volvería nunca más a los mágicos 3 meses en los que "todo cambiaría". Para mi había sido una etapa de aprendizaje en la que no sólo estaba conociendo mejor a mis hijos, sino que además me estaba conociendo mejor a mí misma, en mis limitaciones y resignaciones. Los rituales de los que todos hablan, libros, pediatras,  están ahí y efectivamente son maravillosos cuando se implantan. Pero siempre y cuando se tenga en cuenta que estos rituales no son matemáticos y que siempre habrá que dejar un margen de error para que funcionen. Y por supuesto, nunca olvidar, que los bebés lloran muchas veces porque sencillamente son eso, bebés...